Por Raúl H. Pérez Navarrete
El 25 de febrero de 2005, el canal Nickelodeon inició la transmisión de una de las más interesantes series animadas de los últimos años: Avatar: el último maestro del aire. Creada por , la serie cuenta la historia del joven Ang, destinado a devolver el equilibrio entre las naciones del fuego, el aire, la tierra y el agua.
El atractivo de la serie se encuentra en sus personajes, cuya compleja psicología los alejaba de los protagonistas unidimensionales de la mayoría de las series animadas, así como en la historia y el aspecto visual, inspirados en la antigua China.
Si bien la historia de un elegido para traer la paz y personajes con poderes vinculados a los elementos carecen de originalidad, Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, logran construir una historia que toma conceptos antes vistos y los reinventan de una manera inteligente.
Avatar y el séptimo arte
No es sorprendente que dado el éxito de la serie, Hollywood haya puesto la mirada en la creación de DiMartino y Konietzko. M Night Shyamalan fue elegido para adaptar Avatar a la gran pantalla, proyecto que desde un principio causó polémica por la elección de los actores principales, cuyos rasgos distan mucho de sus versiones animadas.
A pesar de esta decisión, Shyamalan logra mantener la esencia de la serie; reducir 20 episodios en 103 minutos no es tarea sencilla. El ritmo vertiginoso es algo comprensible pero desconcertante incluso para quienes conocen la serie (en aproximadamente 45 minutos, el espectador conoce a grandes rasgos la historia de Ang, los hermanos Zokka y Katara, y el príncipe Zuko), además de que deja cabos sueltos como la liberación de algunos poblados del reino tierra. Mientras que hay filmes que son innecesariamente largos, Shyamalan redujo a un puñado de minutos una historia que pudo extenderse sin problemas para así dejarla fluir con naturalidad.
Pienso igualmente que Shyamalan queda a deber; Avatar: el último maestro del aire pudo haberse convertido en una historia épica, similar a la saga de Las crónicas de Narnia o la serie de Harry Potter, sin embargo, algo falla, el director no logra dar ese paso y la cinta se queda en una adaptación hollywoodense más del producto del momento.
El atractivo de la serie se encuentra en sus personajes, cuya compleja psicología los alejaba de los protagonistas unidimensionales de la mayoría de las series animadas, así como en la historia y el aspecto visual, inspirados en la antigua China.
Si bien la historia de un elegido para traer la paz y personajes con poderes vinculados a los elementos carecen de originalidad, Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, logran construir una historia que toma conceptos antes vistos y los reinventan de una manera inteligente.
Avatar y el séptimo arte
No es sorprendente que dado el éxito de la serie, Hollywood haya puesto la mirada en la creación de DiMartino y Konietzko. M Night Shyamalan fue elegido para adaptar Avatar a la gran pantalla, proyecto que desde un principio causó polémica por la elección de los actores principales, cuyos rasgos distan mucho de sus versiones animadas.
A pesar de esta decisión, Shyamalan logra mantener la esencia de la serie; reducir 20 episodios en 103 minutos no es tarea sencilla. El ritmo vertiginoso es algo comprensible pero desconcertante incluso para quienes conocen la serie (en aproximadamente 45 minutos, el espectador conoce a grandes rasgos la historia de Ang, los hermanos Zokka y Katara, y el príncipe Zuko), además de que deja cabos sueltos como la liberación de algunos poblados del reino tierra. Mientras que hay filmes que son innecesariamente largos, Shyamalan redujo a un puñado de minutos una historia que pudo extenderse sin problemas para así dejarla fluir con naturalidad.
Pienso igualmente que Shyamalan queda a deber; Avatar: el último maestro del aire pudo haberse convertido en una historia épica, similar a la saga de Las crónicas de Narnia o la serie de Harry Potter, sin embargo, algo falla, el director no logra dar ese paso y la cinta se queda en una adaptación hollywoodense más del producto del momento.
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