miércoles, 29 de septiembre de 2010

Hidalgo: La historia jamás contada

Dos declaraciones debo hacer antes de comenzar con esta reseña:


1.- La historia oficialista que se nos ha inculcado en las escuelas (sobre todo en tiempos del PRI, pero también en este siglo), nos retrata héroes casi míticos, perfectos y llenos de virtudes. Han sido figuras casi de santoral con las que los mexicanos ordinarios no podían identificarse y el efecto es que, después de haberlos idolatrado, muchos mexicanos caímos en un cinismo tal, que nos fue imposible creer que los personajes históricos tuvieran siquiera un poquito de la virtud que se les atribuía.


2.- El cine mexicano ha bebido relativamente poco de dos fuentes que lo habrían enriquecido: la literatura y la historia.


Hidalgo: La historia jamás contada, obra de Antonio Serrano, es una película con defectos y virtudes. Sus virtudes, por las que quisiera empezar, provienen de los dos puntos mencionados anteriormente. La cinta toma la figura del cura Miguel Hidalgo, "Padre de la Patria", y la baja del pedestal para mostrarnos a un hombre de carne y hueso, con vicios y cualidades, con sueños y esperanzas, con caprichos y temores.


Vemos aquí a un hombre que acepta haberse metido de cura porque era la única opción que tenía una persona a la que le gustaba el apredizaje y no tenía mucho dinero. Con el mismo desenfado, don Miguel acepta su gusto por la buena mesa, la bebida, el juego, la fiesta y, sobre todo, las mujeres. Todo ello, sin embargo, sin dejar de lado que también era un hombre culto e ilustrado, con ideas sobre la libertad y la justicia a las que les fue fiel hasta la muerte. La película es también la tragedia de un hombre que habría querido ser comedien y termina dirigiendo una revolución.


Ése, pienso, es el principal logro de la película: convertir al hierático prócer de la iconografía nacional no sólo en un personaje verosímil, sino en un héroe en el que los mexicanos pueden creer y con el cual pueden sentirse identificados. Es más, con su actitud de simpático pilluelo, bien habría podido ser interpretado por Germán Valdés, si viviera.


En cambio, tenemos a Demián Bichir, una elección un tanto extraña, pues no es la primera persona que nos vendría a la mente al pensar en quien diera vida a don Miguel Hidalgo. Y sin embargo, el gran talento actoral de Bichir le permite construir el gran personaje alrededor del cual se centra la cinta. La actuación de Ana de la Reguera también loable, así como de todo el elenco.


Y ya que estamos en esto, vale la pena elogiar la excelente producción de la película en todos los aspectos técnicos: fotografía, vestuario, diseño de producción, etcétera. Pero pasemos al segundo de los puntos mencionados al principio.


Los mexicanos necesitamos conocer nuestra historia, sin falsedades ni maquillaje. Pero también, como la sociedad tan sufrida y desilusionada que somos, necesitamos que nos recuerden que hubo personajes que lucharon por la libertad y la justicia, a los que se puede admirar, de los que se puede aprender. De vez en cuando, necesitamos un poco de optimismo, que provenga de nuestra realidad y no de la evasión televisiva. He ahí el otro logro de la cinta.


¿Los defectos? Bueno, en primer lugar los realizadores parecen no poder decidir qué parte de la vida de Hidalgo quieren contar. A veces se van por las ramas para narrar episodios intrascendentes y algunas subtramas quedan inconclusas, al punto que uno siente que la película se acaba en un momento totalmente inadecuado. Si el director hubiese querido conmover al público, bien habría podido terminar la cinta con el Grito de Dolores, pero en vez de eso lo hace de forma absolutamente anticlimática.


Por otro lado, la historia de México ha sido tragicómica, melodramática y hasta surrealista, pero rara vez épica. En los momentos en que quiere verse muy épica, la película resulta ridícula, en oposición de los momentos en los que prefiere recurrir a la "picardía mexicana", en cuyo caso todo se siente natural y hasta simpático.


Con todo, Hidalgo: La historia jamás contada es un buen comienzo si el cine mexicano quiere empezar a explotar la historia nacional y una película que vale la pena verse.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El Infierno

Es díficil decir algo nuevo de una película tan vista y tan aclamada, como lo ha sido "El Infierno", del director Luis Estrada, que ciertamente se ha convertido en la película mexicana del año. Frente a producciones epicoides como "Hidalgo", "Gritos de muerte y libertad" y "Héroes verdaderos", "El Infierno" se siente como la verdadera película del Bicentenario, la que capta el sentir de los mexicanos en la realidad contemoránea, la de una patria tullida y mutilada.



Cuando la sordidez y la violencia se han convertido en lugar común (comunísimo) del cine nacional y las historias de "denuncia" tienen cansado al público mexicano ("ya sabemos que las cosas están mal, díganme algo nuevo), Luis Estrada aparece con una producción que añade a dichos elementos, que de otra forma serían vulgares, una maestría como director y como narrador, que convierten a "El Infiero" en una obra maestra.



Un brillante humor negro (¿el único humor que nos queda?), y una feroz crítica social (hacia gobierno, hacia narcos, hacia todo el mundo) se suman para hacer esta obra maestra. Excelente producción en todos los sentidos, que cuenta con las brillantes actuaciones de Joaquín Cosio y Damián Alcázar (éste, quizá el mejor actor mexicano actual).



Un conocido me dijo "Ver esta película es un deber cívico". No podría expresarlo mejor.





jueves, 16 de septiembre de 2010

Avatar: el último maestro del aire


Por Raúl H. Pérez Navarrete


El 25 de febrero de 2005, el canal Nickelodeon inició la transmisión de una de las más interesantes series animadas de los últimos años: Avatar: el último maestro del aire. Creada por , la serie cuenta la historia del joven Ang, destinado a devolver el equilibrio entre las naciones del fuego, el aire, la tierra y el agua.



El atractivo de la serie se encuentra en sus personajes, cuya compleja psicología los alejaba de los protagonistas unidimensionales de la mayoría de las series animadas, así como en la historia y el aspecto visual, inspirados en la antigua China.

Si bien la historia de un elegido para traer la paz y personajes con poderes vinculados a los elementos carecen de originalidad, Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, logran construir una historia que toma conceptos antes vistos y los reinventan de una manera inteligente.

Avatar y el séptimo arte

No es sorprendente que dado el éxito de la serie, Hollywood haya puesto la mirada en la creación de DiMartino y Konietzko. M Night Shyamalan fue elegido para adaptar Avatar a la gran pantalla, proyecto que desde un principio causó polémica por la elección de los actores principales, cuyos rasgos distan mucho de sus versiones animadas.




A pesar de esta decisión, Shyamalan logra mantener la esencia de la serie; reducir 20 episodios en 103 minutos no es tarea sencilla. El ritmo vertiginoso es algo comprensible pero desconcertante incluso para quienes conocen la serie (en aproximadamente 45 minutos, el espectador conoce a grandes rasgos la historia de Ang, los hermanos Zokka y Katara, y el príncipe Zuko), además de que deja cabos sueltos como la liberación de algunos poblados del reino tierra. Mientras que hay filmes que son innecesariamente largos, Shyamalan redujo a un puñado de minutos una historia que pudo extenderse sin problemas para así dejarla fluir con naturalidad.

Pienso igualmente que Shyamalan queda a deber; Avatar: el último maestro del aire pudo haberse convertido en una historia épica, similar a la saga de Las crónicas de Narnia o la serie de Harry Potter, sin embargo, algo falla, el director no logra dar ese paso y la cinta se queda en una adaptación hollywoodense más del producto del momento.