domingo, 12 de febrero de 2012

Los descendientes



Es gratificante encontrar en las salas comerciales de cine películas como la más reciente obra del director estadounidense Alexander Payne, Los descendientes; cintas que, a falta de un adjetivo mejor y a riesgo de sonar cursi, se pueden calificar como “humanas”. Entre el ruido, los efectos especiales y los actores de moda que acaparan las carteleras, trabajos como este son definitivamente bienvenidos.






         Admito que desconozco la mayor parte de la filmografía de Alexander Payne, pero puedo hablar de la extraordinaria Sideways (2004) y de su genial participación en Paris, je t’amie (2006), obras cuya única pretensión es sencillamente contar una historia. Esta es precisamente la característica que hermana estos dos proyectos con su más reciente filme: en Los descendientes George Clooney interpreta al abogado Matt King, padre de dos hijas y cuya esposa se encuentra en coma luego de un accidente. King es además miembro de una adinerada familia cuyas tierras (un paradisiaco fragmento de Hawái) serán vendidas para construir un ambicioso complejo hotelero.

         El título advierte ya el tema central de la película: Los descendientes presenta a la familia como la inevitable encarnación del transcurrir del tiempo. Junto al grave estado de su esposa y un futuro al lado de dos hijas a quienes ha descuidado, Matt lleva sobre sus hombros el destino de un paraíso de 25,000 acres que han pertenecido a la familia King desde mediados del siglo XIX. Pasado, presente y porvenir convergen en la dinámica familiar del día a día.

         Entrañable, sin pretensiones y con actuaciones acertadas, Los descendientes es sin duda un remanso entre producciones cinematográficas sin alma y cargadas de artificio.

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